domingo, 30 de junio de 2013

Me rebajé a bestia sin saberlo


¿Cuántas veces la mediocridad golpeó mi cabeza y me dejó inconsciente pensando que el menor esfuerzo era el único esfuerzo que valía la pena? Quejas y lamentaciones. Así supura la mediocridad.

Sin darme cuenta la mediocridad --y su miedo baboso-- fue comiendome las entrañas. ¿En qué momento me dejé contaminar por el peor veneno para la moral de un hombre?

¿Cuántas veces la ignorancia me quitó los ojos? Sin conocer la amplitud del mundo y del corazón humano, me vi trastabillando a ciegas y cayendo en lo abyecto.

Dominado por el odioso pasado y el miserable presente fui incapaz muchas veces de alzar la frente y poner un ladrillo en la Catedral del futuro.

Como muerto que cree vivir me convertí en mi propio fantasma.

A veces me avergüenzo, a veces me arrepiento, y me veo siempre como un extraño. Extraño de mí. Pero esto no me exonera de las faltas o errores del pasado. 

El yo que soy aquí y ahora 
carga con un fardo que no le corresponde pero del cual es responsable. 

Hoy veo pobreza donde antes imaginé riqueza.

Pero también –y sin embargo--he sentido la nobleza del corazón en la práctica del amor desinteresado. 

Así me han llegado a amar y así también llegué a amar. Pese a todo. Contra todo.

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