sábado, 2 de noviembre de 2013

Otra vez La Habana

Tener relaciones imperceptibles con gente imperceptible, es lo más hermoso del mundo, dice Deleuze en una entrevista.

¿Qué necesitas para vivir?

Desolación.

Nostalgia sin tristeza.

Miedo a regresar, y obligación-deseo de hacerlo...

Nuestra vida es el único y verdadero gesto que importa, por encima de cualquier ideología --si por fin las ideologías existen--.

Lo dijo Cabrera Infante: Habanidad de habanidades, que todo es habanidad...

Salir y entrar, construir un territorio...

Te descubrí. ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Te descubrí?

Di contigo.

En el fin del mundo...

En un pliegue inventado...

En una furia y su tristeza...

En mi cuerda de ahorcado...

En esa canción, en esa canción...

El mundo convertido en La Habana...

La Habana dibujada sobre la soledad del mundo...

No te vayas.

Regresa siempre.

Amaga amada amarga.

Haz real lo imaginario, y al revés.

Intensidad de lo finito por ilimitado y contiguo.

Poblar nuestra soledad. No llenarla de fantasmas sino poblarla con ese pueblo que vendrá.

Vida y escritura.

Nuestro devenir imperceptible.

Un trazo. Una singularidad.

Una brizna. Ser nadie. Ser nada.

lunes, 12 de agosto de 2013

La bestia del ego (5)


Cualquier incorrección lingüística es vista como sucia. Asco del purista.

Las babas, la sangre, la muerte como escatológico. Asco del pensamiento.

Abandonar este mundo, dedicarse a los demás, disciplinar la mente con la concentración y la virtud, lo vemos como locura. Asco del género humano.

.A mayor orden en la sintaxis mayor represión.

La obsesión por la higiene y la falsa la esperanza de un futuro hermoso nos convierten en animales.

Es intolerable ver en el otro –gracias a la nobleza de sus actos-- nuestra miseria moral.

miércoles, 7 de agosto de 2013

La bestia del ego (4)




Y ahora pienso en la liberación y no en la muerte. Pero, ¿qué es la liberación sino un estado de locura controlada para estar lúcido en el momento de la muerte?

Quiero decir, un verdadero practicante del Dharma –de las enseñanzas de Buda—tiene que preparase para morir en cualquier momento, y por esta razón hace la mejor práctica de todas: abandonar el deseo por esta vida, o más bien, abandonar esta vida.




Hoy le expliqué a mi nieto el tiempo. A través de su propia historia personal de seis años le conté lo que es el tiempo.

Creo que se acostó impresionado. Tal vez sea una muestra de que sintió lo que es el tiempo, y sea esa quizás la mejor forma de entender el concepto tan abstracto de la etiqueta: los años y los días, es decir, de la muerte.

Comenzó así:

--Un años tiene 365 días...tú, por ejemplo, naciste…

En realidad un niño necesita en algún momento experimentar un atisbo de lo que es la impermanencia del mundo.

La impermanencia nos ubica en un centro ilusorio pero real. Un centro de energía, que no puede ser tocado por las palabras porque está más allá del tiempo o es el tiempo mismo, es la pura impermanencia segundo a segundo. Pero no es algo intelectual sino que podemos sentirlo mientras seguimos de manera atenta a la respiración y físicamente permanecemos inmóviles, el mayor tiempo que podamos. Es decir tenemos que comenzar aburriéndonos en un rincón sin hacer nada, sólo inmóviles y siguiendo la respiración. Puedes ocupar el tiempo en pensar sólo en el amor y la compasión y en la vacuidad del espacio y la inexistencia independiente de un yo concreto, eterno, no sometido a la impermanencia. Y esa es la ilusión del yo que hay que destruir. Entonces uno puede aferrarse a la vida abandonando el deseo de vivir.

¿Podemos considerar ese estado mental como un estado de ecuanimidad y amor donde al abandonar el concepto rígido –en términos psicológicos y emocionales, también intelectuales y morales-- que tenemos de nuestro yo y del mundo que nos rodea, nos percatamos del sufrimiento del mundo y de todos los seres, y pensamos en sacrificarnos por hacer felices a los demás, a costa de nuestra felicidad personal, por supuesto?

En estos nueve años que he vivido entre Cuba y España; pero sobre todo los últimos tres años en que dejé de ir a Cuba, me quedé sin papales en España, viví al borde del desahucio, tuve varios rotundos fracasos amorosos, y me convertí formalmente en budista laico, mi vida se ha vuelto inmensamente feliz en medio de mi desastre personal.

Para colmó mi padre falleció en La Habana hace tres meses y medio. Y he vivido este luto como un momento amargo pero profundamente lúcido --de manera interna quiero decir--. Nunca antes en medio de mi nada material, económica, legal, familiar, y personal, pude sentir una profunda paz y un amor expansivo en mi corazón como lo siento ahora que todo lo he perdido.

En otro momento hubiese pensando en el suicidio, como tantas veces ese deseo fantasmal me persiguió en mis pronunciadas y recurrente depresiones, incluso hasta 2010, cuando perdí mi posibilidad de renovar mi residencia comunitaria por estar en una de esas depresiones nefastas que me sorprendía aun en plena madurez.

Y ahora pienso en la liberación y no en la muerte. Pero, ¿qué es la liberación sino un estado de locura controlada para estar lúcido en el momento de la muerte?

Quiero decir, un verdadero practicante del Dharma –de las enseñanzas de Buda—tiene que preparase para morir en cualquier momento, y por esta razón hace la mejor práctica de todas: abandonar el deseo por esta vida, o más bien, abandonar esta vida.

Es la gran renuncia que nos permitirá sentir la gran compasión. Esto, unido a una estable y profunda meditación unidireccional en el espacio, nos permitirá avanzar en el camino gradual a la Iluminación.

Un solo atisbo de vacuidad hace temblar al samsara.

martes, 30 de julio de 2013

Para Paqui, siempre (2)

Ahora que no existe el río, existe el río.
Mira qué fácil es el amor.

...tú estabas sentada en los escalones
tocando aquella guitarra
de cuando los tiempos de Buda...

entonces no existía el alfabeto
del olvido y soñábamos con morir
juntos y de viejos.

Creo que la sabiduría es vivir sin soñar
y entonces me aferré a la ilusión del despertar
en medio de la nada en un mundo de nada.

...la casa olía a copal, tú sonreías y preparabas el té,
los perros ladraban, la tierra olía a tierra,
las tardes no tenían tiempo, y tu andar ligero
reflejaba el vaivén perfecto del universo...

Sólo cuando dijiste adiós comprendí
que aun seguía en la pesadilla de mi mismo
buscando en medio de la alucinaciones
la fantasía real de mi corazón irreal.

...buenas noches, dices
y me duermo en el lado más frío
de tu ausencia...

...buenos días, digo
y despiertas en el lado más tibio
de mi memoria.

martes, 23 de julio de 2013

Para Paqui, siempre (1)

 A continuación el texto y el archivo de voz donde leo el poema.



 En Benilloba, es decir, casi en el fin --o en el comienzo-- del mundo encontré tu luz y cambió mi vida.

¿...y nuestro mandala?

...el tiempo se diluye en el tiempo
y en mi corazón una roca que crece
en suelo árido.  No hay espejo donde mirarme

mi manos para nombrarte...

Solo y triste veo crecer los tomates
en nuestro huerto.

Triste y solo voy al río
y ya no estás.

Mi memoria enloquece...

...te veo bailando dentro de un círculo de fuego.

Siempre fuego purificando
lo que tocas.

Destruí el mandala
con mis patas de animal
que hiede, hiere...

...nuestro mandala que sabías recomponer
cada noche con la belleza milenaria
de tu frescura...

Sin palabras de perdón me arrastro...

...sin saberme vivo, muero
sin querer vivir, vivo
sin buscarte te encontré

y sin conocer el amor perdí tu forma de amar...

¿Quién eres en medio del espacio
                    del no-ser?

Rabia de mi comiéndose mi rabia...

Fuiste luna llena
sombre la montaña que en un sueño
me avisó del límite --exacto-- del universo...

Juré amarte
y un diablo comió mis promesas
un espíritu inmundo --como yo--
que no supo sumar ni multiplicar.

Lo mejor de tu amor fue olvidarme
así comenzó tu verdadera libertad

y entonces yo construí tu fantasma
con el que vivo cada noche...

arropándome en supersticiones

sangrando por las heridas que causé

sollozando como caníbal
que relame su propio cadáver.

La bestia del ego (3)

Asumir una simple vida simple llena de gratitud y compasión. 

Y dentro de esa simpleza, vivir con sabiduría penetrante, intensa, siempre de cara a la intuición y no a los juicios y rodeos intelectuales de siempre --cargados de mala conciencia o conciencia reactiva--.

¿Es posible vivir de ese modo sin renunciar al día a día con sus obligaciones, lamentos, necesidades, compromisos, deberes, distracciones, placeres y sufrimientos?

Que no hay vida sin acción, me dije hace muchos años cuando vivía engañado por mis propias fantasías egocéntricas, con las insoportables y miserables proyecciones mentales del bla bla bla interior, de ese desierto que puede crecernos dentro rodeado de resentimientos, miedos, frivolidades de todo tipo, incluso, enmascaradas por las supuestas nobles ideas.

Pero sí, hay una vida activa, proactiva, creativa, salvaje y hasta sublime que a la vez puede ser una vida de la no-acción. Cuando vives concentrado en el aquí y ahora no tienes que actuar puesto que la no-acción es la profunda y verdadera acción --por estar motivada en aliviar el sufrimiento del mundo, al menos un poco y hasta donde pueda uno debido a sus propias limitaciones.

Vivir no centrado en uno mismo sino en los demás es la acción justa que se convierte en no-acción por no estar condicionada por las manipulaciones del ego.

La acción sólo tiene sentido liberador si está basada en la práctica del amor desinteresado. Llegar incluso al punto donde acción sea sinónimo de amor.

El egoísmo –la vida llena de miedos y apegos—es la fuerza que tira en dirección contraria. El egoísmo cuando no grita, es capaz de susurrarte los argumentos más abyectos con tal de que no despiertes a la vida espiritual.

Pero aspirar a una vida espiritual sin un buen adiestramiento de la mente, sin transformar nuestra mente ordinaria y miserable en una mente bondadosa y sabia, limpiarla de las excentricidades y la autoindulgencia, entre muchas otras engañifas, de nuestro ego, puede llevarnos a un error peligroso, a otra mentira para esconder nuestros dolores y frustraciones.

Puede uno llegar a creerse que vive verdaderamente lo espiritual cuando en realidad no está más que participando del materialismo mundano o espiritual con el casi todas las religiones y dogmas encierran al ser humano en un campo de concentración.

El ego ordinario se transforma en ego espiritual cuando no sabemos o no podemos transformar nuestra mente --la causante de nuestro verdadero sufrimiento-- en una mente más abierta, compasiva, paciente, alegre y concentrada en el presente --por tanto, en la vacuidad del tiempo, de la realidad, de los fenómenos, y en la vacuidad de la propia mente--.

Sin embargo, cualquier intento será fallido sino decidimos adoptar una vida ética basada en la no-violencia, el perdón, la paz, la reconciliación, el amor desinteresado y el altruismo.

No se trata de creer o no creer en Dios, Cristo, Mahoma, Buda, Brahma, Visnú, o cualquier otro dios, profeta, santo, ser iluminado etc, sino en amar al prójimo como a uno mismo.

Un simple vida simple basada en el buen corazón, el amor al prójimo, y la sabiduría que entiende la interdependencia de todo y de todos en el universo, y cuya inteligencia no se basa en la falsa dualidad, madre de todas las dicotomías, que da origen al odio y a las violencias de todo tipo.

Fugar, huir, romper con todo sistema de ideas y creencias --religiosas, ateas, anárquicas, escépticas, en fin, de cualquier tipo y seña-- que base sus argumentos en esa falsa dualidad ciega, ignorante que ha teñido de negro este hermoso mundo tan pasajero y lleno de colores.

Un mundo como un arco iris, un sueño, una ilusión que sin embargo hemos transformado en pesadilla.