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Terminé vendiendo mi silencioNo me despojo de culpas. Quiero aceptar mi responsabilidad moral sin cargos de conciencia.

Hace diez años escribí lo que sigue. Vivía en Cuba. Era libre.

Responsabilidad civil del intelectual.

En el caso cubano el silencio de sus intelectuales se traduce en una complicidad de doble moral, de oportunismo y miedo con un régimen antimoderno que los humilla y persigue cuando se apartan de la ideología oficial. Primera parte.


Por supuesto que los intelectuales no son los culpables o victimarios de la crisis que atraviesa el país. Ellos también son víctimas. El estado cubano los humilla, los compra con prebendas, los silencia con astucia.

El cansancio frente a la historia, que puede manifestarse como pesimismo, enajenación o autismo metafísico, de los intelectuales dentro de Cuba no es otra cosa que la destrucción sistemática, por parte del régimen, de la capacidad de resistencia moral de todo un pueblo.  Segunda parte.

La pregunta que no pueden contestar ni el Ministerio de Cultura ni el Ministerio del Interior sin perder la ecuanimidad y sin argumentar otra cosa que no sea el discurso de la supuesta soberanía, los principios de la revolución y toda la pasión antimoderna de no integrarse a las democracias occidentales, es: ¿cómo puede actuar civilmente un intelectual en Cuba, para ser coherente o consecuente con su manera de pensar si ésta es contraria al gobierno?

La muerte civil de los intelectuales dentro de la isla es un hecho; un secreto a voces. La castración moral a la que son sometidos para domesticarlos con viajes, apartamentos, pequeños exabruptos críticos, los ha convertido en un grupo vulnerable. No pueden reclamar sus derechos civiles ni políticos si desean ser aceptados. Este despojo los vuelve miserables. 

Pero la mayor parte de la intelectualidad cubana carece de ironía suficiente para enfrentar sin humillaciones su destino. Es lamentable la docilidad y el patetismo con que marchan colectivamente hacia un lento pero seguro suicidio moral. Tercera parte.

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