Llegué
a desarrollar una capacidad neurótica impresionante, incluso estilizada. Un
artífice de mi propia mentira, toda una enciclopedia de la infamia de mí mismo
Viajes
fantásticos alrededor de mí, es decir, la mente narcisista me tenía psicológicamente
demasiado ocupado. ¡Y yo que pensaba que estaba en la realidad!
De un
proyecto literario a una fantasía sexual a un exabrupto político. Terminé como
el monito loco del zoológico.
Así era
feliz –o creía serlo—Así inventé la realidad de mi locura personal o la realidad
personal de mi locura, da igual porque es lo mismo, quiero decir que mi mente
era agua hirviendo.
Estuve
dispuesto a morir por mi vida, ¿puede haber idiotez más patética? De hecho mi
vida fue un suicidio tras otro como quien vive metaforizando el mundo y sin
embargo odia las metáforas en la escritura.
Todo
eso es el juego sucio –dramático o alegre-- del ego. Así surgió Jaad. Un
personaje sobre otro personaje, un fantasma sobre otro fantasma, ¿o tal vez debo
decir un ruido sobre la melodía del ser?
Porque
hubo momentos en que me quedé solo conmigo mismo y me asomé al abismo que
dentro de mi parecía insondable, un hueco por donde podía mirar la extrañeza de
alguien parecido a mí, sus huellas transparentes y amorfas, cierta voracidad
lúcida por desconocida y libre.
¿Quién
era yo? Lo supe y olvidé. Tanto rodar para terminar en el mismo sitio, tanto
huir de las palabras para concluir en la impotencia del lenguaje con que me
nombraba a gritos. No había necesidad de vociferar ni siquiera de hablar.
Un día
llegó Buda y me dijo:
--¿Quieres
de verdad parar de una vez esta locura?
Y
comenzó entonces la locura del ego
espiritual.Pero esto es otra historia con sus anécdotas tan viles como
cualquier otra.
Quien
se adentra en el mundo termina devorado por el mundo. Quien se aventura en el
espíritu termina devorado por la ausencia de espíritu.
En
ambos mundos el ego tiende sus trampas, todas abyectas. El mundo tiene sus cárceles
de promiscuidad y odio. El espíritu tiene prisiones de oro y falsedad.
¿No es
cierto que de lo ridículo a lo sublime no hay más que un paso? Es el paso en
falso del ego ilusorio que inventa la retahíla fantasiosa de un delirio alucinante:
mi yo, mis creencias, mi libertad, mi patria, mi cultura, mi vida, mi muerte, y
todo ese etcétera tan sofisticado de mentiras, tan hermoso de esclavitud.
Cuando
bajé el fuego de las pasiones, de los deseos, de las ilusiones, el agua
hirviendo de mi mente dejó de amenazar con desbordarse. Sólo así es que pude
asomarme sin aspavientos para ver --como narciso envejecido-- mi rostro en la
olla caliente donde cocía una sopa podrida.
Entonces
comencé a reír.
Por fin
era la risa de la cordura.
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